19 de abril de 2011

Ochún se fugó de Cuba

Los Muñequitos de Matanzas, autenticidad por proximidad al mayoral blanco 
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Ochún se fugó de Cuba

Rumbo a Nueva York, los Muñequitos hacen escala en Miami

¡Cuba Sí! es un festival que lleva a la Gran Manzana músicos y artistas de Cuba sin preocuparse por la reciprocidad. Los promotores que se afanan por el intercambio cultural –unidireccional- no aseguran plaza en la isla para los escritores, catedráticos o artistas de la diáspora. En la junta directiva aparecen comisarios político-culturales como Alicia Alonso y la Fundación Ludwig de La Habana.  El “dayketing”  aprovecha el acontecer y lo rentabiliza, prioridades lucrativas tras pantallas de apertura. Mercadear los músicos y las artes plásticas cubanas es “dayketing” que se sirve de la situación política (melodrama) para la promoción: el constante estado crítico en las relaciones bilaterales y el bloqueo. Con el tiempo, los empresarios han logrado una diferenciación de su producto y una percepción en el mercado de valor monetario, inversión con posibilidades de gran rendimiento financiero, “status” y exotismo que confiere el consumo de su producto o asistencia a sus eventos. Los organizadores han manejado hábilmente la publicidad gratuita a través de instituciones académicas, fundaciones y prensa afín. Muy a pesar de la aparente sensibilidad política, las agencias culturales primermundistas perpetúan los mismos patrones de explotación imperialista con los creadores y músicos cubanos. Nada ha cambiado los nexos entre la supremacía  capitalista y la colonia sólo que el imperio se disfraza de filantropía e ideales progresistas: Rockefeller Brothers Fund (sí, la familia que destruyó el mural de Diego Rivera), galerías, casas disqueras y the Ludwig Foundation.

Integra la oferta de ¡Cuba Sí! un concierto de Los Muñequitos de Matanzas el 5 de mayo en Symphony Space. Como parte de su gira estadounidense, la agrupación hizo escala en el miamense Arsht Center of the Performing Arts.

Ochún se fugó en balsa y se baila con mayor acierto, garbo y apostura en cualquier casa miamense. Con una Ochún “período especial” los Muñequitos de Matanzas brindaron la versión criolla de los Jackson 5 haciendo “tap dancing” bajo el nombre de “tap-rumba”. Trocaron a Cuba y su rumba proletaria por la metrópoli yanqui.

El grupo que en el año 1952 fundaran Catalino, Saldiguera, Virulilla, Chachá, Goyito y otros en Matanzas, se especializó en la filogenia de la rumba: columbia, yambú y guaguancó. Desde sus orígenes, los Muñequitos se nutrieron de abakuás, hermandad secreta carabalí de la tribu Efik entre Nigeria del Sur y Camerún. Su deidad principal es Abasí. Tendrían que esperar hasta el 2005 para que el Ministerio de Justicia cubano diera sanción oficial a la confraternidad. Diosdado Ramos, director de la agrupación musical es sacerdote de Ifá. El panteón y ritos de los abakuá originales (más allá del grupo secreto) no son yoruba. Es obvio que para cada práctica representada el sábado se requiere un tipo de tambor, una casta sacerdotal con labor magisterial, un baile y un ritual específico. “Omó abusayé osha ano”, dirían los mayores. The San Francisco Chronicle y El Nuevo Herald que han escrito sobre la nueva programación, desconocen o pasan por alto estas diferencias.   

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Una foto de Los Muñequitos de Matanzas en 1955

La primera parte del programa “Homenaje a los ancestros” comenzó con una invocación a sus muertos, punto en común para las tradiciones que dijeron aglutinar en el programa: Orishas, Palo, Abakuá y Arará. Un tipo de impactante Te Deum, hizo síntesis en alabanza a las deidades supremas cristianas, congolesas, carabalíes, yorubas y dahomeyanas. Se pidió protección de los espíritus para cada miembro del grupo. Dieron entrada a Elegguá, niño travieso que hizo bromas al público en platea. Un conjunto artístico mayormente masculino captó a Oggún a la perfección. Su fuerza áspera, la asociación con los metales, el trabajo y el derecho al sacrificio (con el cuchillo) se transmitieron con convicción.

En tres etapas se lleva a cabo el baile a Ochún: en la primera se representa a la diosa en el río, bebiendo agua, en la segunda, con saya abierta, muestra belleza y altivez, respondiendo al llamado del canto y simulando remolinos, en el último ciclo, ya en crescendo, se crea un rejuego entre el canto, el tambor y la danza. Desde el vestuario hasta la energía sensual, zalamera, el ritmo de los hombros (épaulement), el port de bras, la majestuosidad, fueron de triste mediocridad en la presentación del sábado.

Hay sutilezas que se escapan a ese público que asiste por “political correctness”. Changó tiene dualidad masculina y femenina. El grupo de baile supo mostrar el elemento marcial del guerrero de hacha doble pero también la fuerza telúrica primordial femenina.

El forte de Los Muñequitos está en sus raíces abakuá. La representación de sus antepasados son los Iremes, conocidos por “diablitos”, entidades que ni ven ni hablan. Un morúa que lleva en sus manos el erikundi los trae a escena. Un tambor sagrado, encrícamo, les llama. Los diablitos purifican su camino y se comunican por sus movimientos y el sonido de sus campanitas enkaniká. A nivel musical, dramático, escénico y de danza, el segmento de los Iremes tuvo energía electrizante, efectividad extraordinaria. Se respiró autenticidad. La música y atmósfera conducían al encanto. El ritmo contagioso y el atuendo explican el uso de los diablitos en los carnavales. Fueron también objeto artístico en la plástica modernista cubana en manos de Portocarrero.

 René Portocarrero, Diablito, óleo sobre tela, 1962. Cortesía Ramón Cernuda, Cernuda Arte. En ese año inauguró la exposición "Color de Cuba", sobre motivos afrocubanos.  ‘Dibujar una máscara’ –dijo Portocarrero- ‘es como estar en culpa con el reino de la risa y el llanto’.  Guy Pérez Cisneros vería en el pintor el "Atlántico". En el Atlántico de Portocarrero se fundiría el idioma barroco y churigueresco ibéricos, la luz y color insular y las tradiciones africanas que por el Atlántico llegaran a Cuba. 
 

La segunda parte comenzó con una invitación a “divertirnos con dignidad”. La “tap-rumba” para cualquier conocedor del grupo y sus tradiciones es un insulto. El “tap” que puede ser parte de la experiencia afroamericana, dista mucho del métier fundamental muñequístico.

La columbia es fundamentalmente un baile de competencia para el hombre, por ende de gran lucimiento. Dentro del repertorio de los Muñequitos, la pièce de résistance es ver a los mayores bailar el yambú. El animismo, la referencias a los ritos de acoplamiento, el uso del vestuario como parte del código, la elegancia de movimiento y control rítmico soplan nueva vida al clásico que en el grupo es un legado viviente.

 
A los Muñequitos les cayó candanga. Con un último guaguancó algunos del público quisieron unirse al espectáculo. Bongó Quiñongo mostró su gran aptitud para el género. Por no dejar de ser centro de atención, el MegaTV megalómano de dientes ralos, Alexis Valdés, subió a contonearse penosamente, okún kuní, visión espantosa. Tuvieron los artistas que hacer un bis. “Dios me mandó a la tierra pa’ lo malo vencé”. Muñequitos, desde Miami, nueva tierra de Ochún, “oregw”, que les vaya bien, “Oba wó oba tó”.


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