Avalando la "caldosa" maestros como Balart. Por supuesto, el criollo curador no tiene tiempo para adentrarse en la influencia del Suprematismo ruso o en De Stijl.
Justo J. Sánchez
Por razones de conflictos de interés, seriedad en el oficio y cánones profesionales no es aceptable que un comisario de exhibición incluya obra propia, de familiares o amigos íntimos. Estas reglas se respetan en el mundo civilizado. Ese es un universo ajeno a los cubanos que todavía huelen a palma o no se han sacudido aún el subdesarrollo.
“Abstractomicina” en el espacio Cremata del Southwest de Miami no es un ajiaco. Hemos descubierto en un espacio normalmente serio una invención de la Cuba contemporánea: la caldosa. En los solares de La Habana se coloca una gran cazuela (potager) donde los vecinos colocan trozos de yuca, boniato, una cabeza de cerdo, una malanga, granos varios, en fin, lo que tengan. El resultado es infernal nada más que de imaginarlo. La mezcla de grandilocuencia y kitsch no se hizo esperar en el catálogo, obra del comisario y factótum, folleto para atesorar. Es una descripción estilo Atelier Joël Robuchon para una caldosa.
La museografía (diseño de exhibición) es pasmosa y funciona a través de un binomio. Una pared para los consagrados: Balart, un semi-abstracto de Porto, una geometría de Carreño, Enrique Gay García y, por supuesto, Aldo Menéndez. En el rinconcito de la oficina una joyita de Carulla, verdadera sorpresa que nos recuerda su digna carrera y la necesidad de rescatarlo. En otra pared, pintada de un color chocolate insensato, al doblar, la barranca de todos. Como el comisario no cree en letreros de identificación, el visitante tiene que adivinar. Los títulos y las fechas brillan por su ausencia aún en el catálogo que olvida la página de obras en exhibición y los calces de foto. El narcisismo es patología.
Los comisarios de exhibición hablan de las razones de su propuesta, el contexto histórico y estético. Este advenedizo es lo más descaradamente autorreferente: “Como curador alego que no estoy inventándome una moda”. Continúa con más, ”aunque no sea ésta la intención de la muestra, el título que surgió al calor de esta reflexión me gustó tanto que lo dejé”. ¿Se habrá percatado este señor que su rol discursivo dista de ser cartesiano y que su trayectoria reflexiva es sumamente aburrida?
La dedicatoria a Jesse Ríos que aparece en el catálogo es de la prosa más chabacana y narcisista que he leído. Sorprendente es que la administración permitiera su publicación salvo que le dieran carte blanche al parlanchín. Para los que conocieron a Jesse podría parecer manipulación dedicar la exhibición al fallecido pintor y tener sólo una obra de su autógrafo.
“Se trata de un pequeño experimento: de invitar a participar a artistas que por lo general han seguido la línea ‘de un realismo sin riberas’, a que se introduzcan lo más posible en el campo de la abstracción sin dejar de ser quienes son”. Ese no es el caso porque, por ejemplo, Bencomo siempre ha sido no-representativo y la pieza de Castro dista de ser abstracta. El experimento es en principio fallido. Dígale a Cage o a Corigliano que compongan una Chaconne estilo Bach. El resultado no es genuino si no emana coherentemente de su vocabulario y su sintaxis. Es más creo que le mandarían a paseo. ¿Quién pediría a James Joyce escribir octavas italianas y sonetos? En el arte “not everything goes.” Los cubanos no captan la idea del límite.
¿De qué laberinto salió Lourdes Porrata, Adriano Buergo, Natacha Perdomo y Emilio Héctor Rodríguez? ¿Desde cuando un curador promueve su propia obra, la de su hijo Aldo Damián Menéndez y la de su amiguitos Carlos M. Luis y Baruj/Baruch Salinas? Parece que Carlos M. sufre del mismo mal del curador, su sapiencia no conoce fronteras: es curador, conferencista, poeta, pintor, enciclopédico, periodista, catedrático del seminario de sacerdotes. ¿Habrá algo que el ex profesor del Padre Alberto no intente? También he visto certificados de pinturas de la vanguardia cubana firmados por el ex director del Museo Cubano. Todo esto emana, ojo, de su amistad con Lezama Lima. ¿Estará convenciendo a Gloria Leal para escribir sobre este disparate en una columna dominical de El Nuevo Herald?
Que Cuenca se preste para este fárrago no me sorprende pero ni Gustavo Acosta ni Glexis Novoa incursionan seriamente en el arte no-representativo ni necesitan sumarse al bazar. Como vive en Montreal, Mario Bencomo está al margen que su obra se colocó debajo de un bar y se mostró con los benjamines alumnos de Baruj/Baruch Salinas y el hijo del comisario, práctica típica del “sociOlismo” cubano. Ni Gelabert ni Glexis ni Acosta ni Mora ni Castro ni la propia esposa de Menéndez, artista seria, tienen que integrar la comitiva de estreptomicinos.
El espacio Cremata en su trayectoria ha tenido logros notables: el redescubrimiento de Bruno Venier, vanguardista veneciano-argentino, traer a Miami la obra de Benito Quinquela Martín, uno de los pintores consagrados latinoamericanos que aparece en la colección Fortabat y cuyas obras se venden en casas de subastas, la seria exhibición de Francisco Sánchez, la próxima monográfica del hispanocubano Hernán García. Participaron con éxito en ARTEAMERICAS. El proyecto Aldo Menéndez fue una ruleta rusa que les costó credibilidad. Aprenderán a no confiar en las dos urracas: Carlos M. y Aldo Menéndez.
Hay muestras cuya raison d’etre es avalar: en este caso utilizar la abstracción de maestros como Balart, Enrique Gay García, Guido Llinás y Agustín Fernández para buscar status a la mediocridad y los farsantes.