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Anuncio de trata de esclavos |
Elecciones: Circo y bazar
Monárquico
y hermafrodita. Ateo e hijo de mulata. Así caracterizaba el electorado
frenético a los candidatos John Adams y Thomas Jefferson en las elecciones de
1800. Andrew Jackson fue tildado de asesino por sus contrincantes. No hemos
cambiado mucho. A Barack Obama le han crucificado con tres “m’s”: moro, mulato
y marxista. Los que se asen a las teorías de complot buscan nexos de comunismo
hasta con el inteligible Roberto Mangabeira Unger, catedrático en Harvard. Mr.
Peluca, Donald Trump, Republicano enamorado del ridículo y vocero de los
Toma-Té, reclamó por mucho tiempo el certificado de nacimiento. Herido al verse
bufón quiere comprar el certificado de notas de Columbia y el pasaporte
presidencial. En la trata de esclavos,
se compraban negros bayos con papeles. El empresario Mark Cuban le reta a
afeitarse las ralas greñas por la suma de un millón de dólares. Fue el
londinense The Guardian quien
descubrió, citando varios estudios, el cariz racista de estas elecciones.
Pusieron los británicos el dedo en la llaga.
El Partido Republicano con estrategia sagaz pudo
movilizar a los blancos de bajos ingresos o desempleados (dígase “crackers, red
necks y White trash”), víctimas de la crisis creada por Wall Street y la
política anti-regulatoria Clinton-Bush, para descargar su ira contra un blanco
negro. Sí, ¿qué mejor blanco que un negro “asomado”, graduado en Harvard,
galardonado con el Nobel, con nombre raro, articulado, profesor de derecho
constitucional, director del Harvard Law Review? Eso no es permisible. ¿Cómo se
ataca? Atacando su legitimidad. No es americano. Es comunista. Es musulmán. Es
anti-Israel. Lo botaron del colegio de abogados. Es amigo de terroristas.
Quiere destruir nuestra nación. Las teorías de complot que narran los Toma-Té,
los “birthers”, Rush el “pastillero’, Glenn “pizarrita”, Sean “pelotica” y sus
discípulos constituyen material para Las
mil y una noches. La enloquecida Ann Coulter, represión y
penuria erótica personificadas, no podrá tomar el rol de Scheherezada.
En
las críticas a la gestión Obama poco he escuchado sobre la naturaleza de este
ciclo económico. ¿Cuándo se llegó al seno de la contracción ¿Tuvimos una
recesión de doble fondo? ¿Estamos en presencia de una recesión de 8 años? ¿Cómo
es que se transmitió una crisis financiera causada por especulación en bienes
raíces con tal rapidez? ¿Qué nos dice de los instrumentos de inversión en el
Primer Mundo? ¿Cómo podemos comparar lo que pudo hacer Barack Obama negociando
con el Congreso con lo que logró el Presidente Roosevelt en sus famosos Cien
Primeros Días? ¿Qué se ha hecho para evitar la debacle de Wall Street? ¿Qué
podemos hacer para hacer una reestructuración económica que nivele y traiga una
nueva demanda al mercado laboral estadounidense? ¿Qué podemos hacer para curar
la parálisis legislativa que nos afecta pero que las campañas acentúan? ¿Tiene
algún partido la entereza de enfrentarse a los efectos que causan los
cabilderos y los Comités de Acción Política? ¿Tiene algún partido el valor de
enfrentarse a la posibilidad de una reforma moral a nivel gubernamental? Todos
estos temas brillan por su ausencia.
George Bellows, La pelea
El
así llamado análisis mediático tanto en CNN, Faux News y MSNBC se convierte en
invitar a así-llamados expertos que confirmen la tesis ideológica de la cadena
o que puedan vociferar. Los debates presidenciales se convirtieron en
espectáculos pugilísticos dignos de Mike Tyson (¿von Thyssen?). Poco faltó para
que pidieran a Paul Ryan morder una oreja al risueño irlandés Biden. Vimos en
Mitt Romney una nueva dolencia neurocognitiva: Romnesia. Ojo, que Barack no se
presentó libre de errores y necesitando ajustes según “Fact Check.” Ojo también
que Barack descubrió la legitimidad de los matrimonios gay gracias a su
Vicepresidente y, convenientemente próximo a su campaña. Fue también cuando
tomó las riendas del proyecto que dejara inerte Marco Rubio e hiciera valer su
poder ejecutivo con el “Dream Act.” Ojo que si los hermanos Koch y Adelson son
plutócratas nocivos para los intereses nacionales y empujan la campaña Romney,
Barack Obama ya no es aquel idealista de pequeñas contribuciones, ídolo de
estudiantes y jóvenes. Cuenta en la actualidad con ricachones como James
Simons, multimillonario especializado en fondos de protección e Irwin Jacobs,
capitalista de inversión en California. Adiós a los que ven comunismo en el
Presidente.
El
odio es una afición desordenada. Engancha con el mismo poder que cualquier otra
adicción. Todo tipo de fenómenos de circo: “el hombre cerdo”, “la mujer araña”,
“el tarugo”, “el híbrido maravilloso”, Karl Rove, Rush Limbaugh, Ann Coulter
crean en su público un estado de dependencia. Los estrategas de mercadotecnia
confeccionan un credo que repiten en liturgia religiosa. Cada emisión confirma
la validez de ese credo. Cada noticia se edita para confirmar los axiomas
establecidos. La desidia Demócrata permitió que los circos se hicieran
espectáculos locales a partir de las asambleas “Town Hall” que comenzaron
durante la discusión nacional sobre la salud pública. Ya el reino de los
bufones, payasos y fenómenos fue ganando territorio. Se ganaba terreno armados
con el odio, el racismo y la posibilidad de encontrar una nueva causa –negra-
para la recesión económica.
James Ensor, "Intriga"
La
amnesia americana pronto hizo olvidar al electorado el otro circo ambulante:
los candidatos Republicanos. ¿Se puede olvidar a Rick Santorum y a Michele
Bachmann? ¿Quién puede olvidarse del pelo de Calista Gingrich y la cuenta en Tiffany’s?
¿Quién puede olvidarse de Rick Perry? ¿Quién puede olvidarse de las pizzas y
los amoríos de Herman Caine? Con esa lista es para buscar a Ralph Nader. Todo
es fabricar una marca, un logotipo y venderla.
Vive
uno en una cápsula. Los grupos sociales se unen nexos de cariño (en el caso de
amistades que se tienen de niño o de juventud), de intereses, profesionales,
familiares. Me precio de tener en mi red social amistades de todo el mundo y compartir
artículos, vídeos, fotos de pinturas, ideas, reacciones ante las noticias. En
pocas ocasiones he sentido mayor tensión. Si bien mi red tiene una tendencia a
las ideas progresivas, he podido atisbar, gracias a una amiga presidenta de una
agencia consultora, un mundo totalmente ajeno: el mundo de Rush Limbaugh. De primera mano he podido experimentar la
letanía –sin el menor síntoma de curiosidad- del evangelio Limbano. Aún cuando
se exponen las falacias y las mentiras con documentación que está a simple vista en la
Red, prosiguen con fe ciega de un eslogan a otro. Aún cuando se le muestra
material de fuentes conservadoras como The
Economist y The Financial Times, prosiguen
como gallinas escandalosas en cacareo ensordecedor sin atender aquello que
pueda crear interferencia. No les importa que les manipulen. Vidas tan vacías son
difíciles de imaginar. El racismo se mezcla con la consideración de “marca”
(brand) en el bazar de la política. En muchos casos, existe tal inseguridad
social o tal necesidad de legitimidad que la marca Romney/Ryan, las actividades
recaudatorias, las fotos con personas del Partido Republicano constituyen un
pasaporte al Paraíso, el ansiado status. En estos casos, tal como llevar esos
adefesios Louis Vuitton o las “C” que son “cutre” pero pueden ser “faux Chanel”,
viven estos pobres la ilusión de inclusión dentro de una élite soñada. Lo que
pasma es el mercadeo, la falsa conciencia, el enajenamiento en que viven escasamente
como mediana burguesía, les hace someterse y adoptar los criterios del acaudalado
1%. Han perdido auto-consciencia.
¿No
lo hacen los Demócratas? Por supuesto y con el peligro del fariseísmo. Una vez
en el poder, quiero ver a los beneficiados por el “spoils system”, ése que
beneficia a los que trabajaron en las campañas, mantener la misma cordial
conexión con el pueblo. Bob Grahams hay pocos. ¿Cuántas oportunidades de
fotografías van a tener con el Presidente? ¿Cuántas veces van a ver a David
Axelrod? Algo hay de esperanza en una segunda gestión Obama. Hombre consciente
de la historia y del carácter único de su presidencia, sabe que ha de forjar en
estos cuatro años un legado muy especial. Cabe esperar en un segundo mandato –si
es electo- el liderazgo que lleve a aquellas promesas que llegaron con el
idealista catedrático y joven Senador a la Casa Blanca.