6 de mayo de 2009

Arena y Deseo: El Padre Alberto

Historia de deseo, el clero y personajes al borde, territorio para Almodóvar
Carnalidad que puso fin a la carrera del "Father Cute-ie"


Arena y Deseo

Justo J. Sánchez

No se trata de condenar al Padre Alberto. ¡Lejos de mí tamaño disparate! Hasta ahora me aqueja el vitriolo pero no la demencia de juez. Miami incita el deseo.

Mi amigo Alambrito, marchand d’art, hubo de presentarme a una bella venezolana, Park Avenue doyenne. Devoradora de hombres, siempre adornada con joyas LalaOUnis, le hice acompañarme en una de mis rondas exploratorias nocturnas por South Beach y la Pequeña Habana. Al cabo concluyó que Miami enciende como pocos sitios la voracidad sexual. Sentía desbordar la libido, temblorosa ante los especímenes que pululan sin camisa por los portales.

¿Quién puede lanzar la primera piedra? ¿Quién no se ha entregado a una que otra bacanal playera? ¿Quién puede condenar a Alberto Cutié por sus aventurillas con la voluptuosa inconnue? ¿Quién dice si, operófilos, revivían las últimas escenas de Ariadne auf Naxos? ¡Qué pasión! ¿Será ella Jessye Norman tras la cirugía? ¿Cómo desempeñará el Padre Alberto el rol de Baco? Con un poco más de recato para la próxima. El presbítero no tiene dieciocho años para tanto retozo, tactos y sobas que lindan en lo ilegal.

Tengo amigos -prudentes- que han dejado el sacerdocio. Jamás en su apostolado se les hubiese agarrado, ni delirantes, en los Latin Grammy, frecuentando la compañía de los infradotados del mundo mediático "Latinalia" y en una carnalidad playera destapada. Recordemos que a Alberto no se le puede acusar, pobrecillo, de buen gusto. Consideremos las cartas de apoyo que circulan por la red y las peticiones a la Arquidiócesis. Me pregunto: ¿qué pasaría si Alberto fuese un Quasimodo? ¿Quién se ocuparía de su caso? ¿Qué pasaría si no fuese amigo de los Estefan, la Saralegui y los poderosos? ¿Qué pasaría si fuese un cabezón, un teólogo de Tübingen y en lugar de una hispana se tratara de un tórrido romance con uno de esos apuestos mozalbetes que merodean por South Beach?

Si bien l'affaire Père Alberto nos hace reflexionar sobre la libertad sexual, la imposición del celibato y la promesa (no voto) que hacen los curas diocesanos del rito latino, lo que muchos pasan por alto es que Alberto Cutié, tan dado a las cámaras, al montaje paparazzi, a frecuentar los shows insulsos de estrellas, a los Latin Grammy, a las alfombras rojas, prendido a esa maquinaria, fue, en última instancia, víctima de ella. Tanto quiso ser estrella, tanto regalaba su fotografía “glossie” que cuando necesitó privacidad ya no tuvo espacio propio. Ya era figura pública. Se hizo un cura “omnimedia” y murió como un fenómeno “omnimedia”: cuando se apagan los lentes y se retiran los canales de difusión. Ha perdido el status que lo hacía retener la atención del público. Dentro de dos días ni Jaime Bayly, que sudaba sólo al pensar ser objeto de los ósculos del célebre eclesiástico, se le habrá olvidado y volverá a su obsesión con en el miembro descomunal de Elvis Crespo bajo una manta de avión.

Por sus frutos los conoceréis. Cuando un ministerio es más egocéntrico que Cristocéntrico, cuando se habla más del ministro, instrumento que usa Dios para esparcir su palabra que de la propia palabra, el árbol no rinde frutos. Cuando el ministro se convierte en “darling” de los ricachones, de las estrellas, de los exitosos y los glamorosos frecuentando las mismas fiestas y en las mismas páginas sociales con ellos, se hace difícil la coherencia con el cristianismo. El mundo de los ricos no es el mundo de los fieles a Jesús, no es el mundo de la humildad y la mansedumbre. ¿Quién conoce a un rico manso y humilde de corazón? ¿Quién conoce a un multimillonario desapegado a su fortuna y posesiones materiales? Y cuando entre tantos burgueses y plutócratas no se habla claro y no se dice que el cristianismo es una religión revolucionaria, de compromisos ineludibles con cierta moral social y de instituciones sociales y políticas, no se está cumpliendo con el apostolado radical. El mensaje fundamental se está desvirtuando. ¿Nadie ha reflexionado que los burgueses, las alfombras rojas, los medios de comunicación y la elevada soberbia van juntos y de manos? Allí el problema de Alberto Cutié, no su besuqueo público y adolescente. A Alberto le castigarán por una aventurilla primaveral. La jerarquía no entiende. Fue mucho más penoso y anti-cristiano verle en Ocean Drive retratado en una piscina con los pantalones remangados entre los “Power Players” de Miami. ¿Cristiano y “Power Player”? Contradicción en términos, Paradox Rex.