Alix von Hesse quien se convertiría en la zarina Alexandra Feodorovna aprendió ruso tras su desposorio con Nicolás II. Vicky Peláez, espía, barriendo las calles de Moscú y sin aprender el idioma de Tolstoi.
La triste historia de Vicky la guerrillera
Justo J. Sánchez
VARIAS VERSIONES DE ESTA NOTA SE HAN PUBLICADO EN CUBANET.ORG, EN ATANAY.COM Y EN EL ROTATIVO NEOYORQUINO NEW YORK DE DIA. AGRADECEMOS PROFUNDAMENTE SU DIFUSION.
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“Vicky la Guerrillera” es la saga veraniega que sigue los pasos a una comunista de suburbio. De Yonkers surge a la fama en la cárcel para alcanzar su apoteosis en el Kremlin. El enfoque noticioso se ajusta al modelo desarrollado por la ficción de espionaje, en guiones televisivos y cinematográficos. La pobre Peláez, tan poco agraciada y burda, nunca le llamaron “la Mata Hari peruana”, no pudo ser "chica James Bond”.
Vicky Peláez, poco agraciada y burda nunca pudo ser la "Mata Hari peruana". Retorcida por el odio pero casada con un blanco –¡y ruso!- no consiguió superar sus lesiones.
Tras su desposorio a Nicolás II en 1895, Alix von Hesse, nieta de la reina Victoria, se apresuró a aprender ruso, faena que realizó con éxito. Es difícil que Vicky Peláez a sus sesenta años y sin futuro como zarina llegue a manejar la lengua de Tolstoi. En Nueva York tropezaba con el inglés. Es dudoso que entonara canciones patrióticas con sus nueve colegas y Vladimir Vladimirovich. No estoy seguro si “La flor de la canela” esté traducida al ruso.
El Primer Ministro de la Federación Rusa prometió a la Peláez y al grupo de espías un gran futuro. Se sabe que recibirán un estipendio y vivienda gratuita. Ya adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando su destino: vivienda subvencionada, escondrijo “communalky”, pisos conocidos como “’hrushebi”, fríos hasta para los ratones. La pensión prometida, suficiente para comprar escasos víveres y vodka en los inmundos puestos del mercado Kroshka Kartoshka. No alcanzará para comprar en GUM ni frecuentar Nikolskaya Ulitsa. Moscú se caracteriza desde el 2005 por ser la ciudad más cara del mundo. ¿Por qué cambió el ceviche por un plato de borscht?
Venderse es parte de la trayectoria de la Peláez. La que escucha ahora canciones de la Guerra Fría y bebe vodka putinsky nunca pudo escaparse de la bipolaridad política. No era una mente para la sutileza. Resentida social de una élite excluyente en Perú llegó al país donde se le abrieron puertas de las oportunidades aún sin dominar el idioma. Retorcida por el odio pero casada con un blanco –¡y ruso!- no pudo superar sus lesiones. Vivió una vida de compensación como mecanismo de defensa. Se aferró a los ideales de su fuente de legitimidad, su marido blanco. Para una persona sin inglés, que nunca se aventuró dentro del mundo norteamericano, que permaneció durante treinta años enconada en las márgenes de la Latinalia, las consignas de la época comunista rusa o del Tercer Mundo castrista eran suficientes para sostener su cosmos y su periodismo rojo.
Y no es que la vida de la Peláez sea un simulacro, es que se vive en la hiperrealidad (imágenes, espectáculo, rejuego de signos). EL DIARIO y la empresa IMPREMEDIA crean un mundo de fantasía poblado por periodistas radicales como Vicky y Gerson Borrero. Ese Disneyland es un universo de entretenimiento donde no existe profundidad de análisis, sólo posturas y estratagemas tremendistas. Para distraer al público y mantener el nivel de ventas, colocan a estos seres sobreactuados, excesivos y exorbitantes a dar vueltas centrífugas y destructivas (véase al propio Jorge Ramos en UNIVISION). Los televidentes y los pocos lectores que le quedan a IMPREMEDIA esperan el espectáculo. Poco importa hacer hermenéutica del editado acontecer diario. Aquí aplica la tan gastada frase: “la fuga del desierto de lo real”.
La Peláez se vendió a las empresas que utilizaron su odio y superficialidad, su adolescente idolatría por los caudillos. Fue ficha para fines comerciales, para aumentar la circulación. Sin ser expertos en mercadeo ni clientes de McCann Erickson, IMPREMEDIA advirtió que el daño estaba hecho por tantos años de mal periodismo. Si quería sostenerse en el mercado, tendría que brindar la misma oferta pero con más sazón. Mónica Lozano y su equipo nunca consideraron la opción del cambio radical. Pasaron por alto las nuevas oleadas de inmigrantes que vienen de países donde se lee buena prensa. Se quedaron congelados en el status quo. Allí morirán.
El público, mientras la protagonista Vicky Peláez barre vestida con una babushka la Plaza Roja, se pregunta: ¿cuándo llega el próximo capítulo? ¿Buscará refugio en su Cuba idealizada haciendo periodismo en La Garrapata o en Ancianidad Rebelde? ¿Terminará con su hermana en una favela carioca, parte de una escola de samba para comunistas en tercera edad? ¿Se descubrirá que es descendiente de un Romanov mezclado con inca? No dejen de sintonizar "Vicky la Guerrillera".