El Bosco, El jardín de las delicias, detalle del panel derecho, Museo del Prado.
La nada como castigo
Para aquellos que conocemos la tristeza, la muerte no nos asusta. Para aquellos que vivimos en ciudad, la incertidumbre nos mata. Las llamas, el pánico a quedar derretidos en un instante y el miedo irracional dieron éxito a la estrategia al Qaeda. El memento mori (olvidado con comerciales, exhibiciones tontas, comisiones, informes y chismes) fue el diseño de alguien que conocía la antropología occidental. Vino el infierno en avión al imperio de lo súper y máximo. El fuego se esparce, deshaciendo y destruyendo todo esquema camino hacia la nada aterradora.
Si iba a pensar sobre el 11 de septiembre, ¿qué mejor lugar que la Bibliothèque nationale de France? Perdí tiempo. Una exposición trazaba la tensión entre la abstracción y la figuración en los manuscritos islámicos. Para los franceses, desde el comienzo de esa religión, los códices incorporan un arte original que a partir de la representación se aferran a la geometría, el arabesco y la caligrafía. Para magnificar la palabra de Di/s, esta expresión visual se extiende en otras direcciones y, alegan, brinda una rica perspectiva cultural. Allí no estaba al Qaeda. Vamos a decirlo claro: los ataques nacieron de la obsesión iconoclasta más radical.
El afán de Bin Laden y su grupo no era el Islam culto de Córdoba, Toledo y Constantinopla. Era el castigo. Su motor no era reemplazar nuestro alfabeto y nuestros iconos por la caligrafía árabe. Aquella mañana no fuimos invadidos por poetas, copistas de manuscritos, diseñadores de jardines decididos a cambiar la estética del Parque Central o bibliotecarios con libros para la New York Public Library. Bin Laden no se dedicaba al proselitismo o la transformación cultural sino al cataclismo.
Por más que hemos sido llamados a tratar el tema con suma delicadeza, los arquitectos del 11 de septiembre nada tenían que ver con Nizami y sus Cinco Poemas (Jamseh) o El Libro de la Ascensión del Profeta en las vitrinas francesas. La meta fue llevar al Primer Mundo a ese caos ingobernable que ha resistido indomable a los rusos y a los norteamericanos. Dentro de esa geografía insondable se creó el reto más peligroso al Occidente por lo que tiene de nihilista. Unos fanáticos barbudos practicantes del “jihad” se propusieron revelar que la prepotencia de Occidente estaba agarrada con alfileres. Lo lograron. Dieron un golpe certero que puso en evidencia la vulnerabilidad. Aterrizaron un avión en el comando militar más poderoso del mundo, el Pentágono. El olor a chatarra nos duró en Nueva York hasta diciembre. Crearon el Apocalipsis.
Desde ese mismo momento y como dije en un artículo publicado a los tres días –a pesar de todas las muestras de patriotismo- “el centro no puede sostenerse”. Reaccionando sin plan y a zarpazos, el Centro comenzó guerras innecesarias, cámaras de torturas y a reactivar la industria militar. Se desplazaron las prioridades internas como infraestructura, deuda, balance de pagos, educación y salud pública. La política energética pasó a manos de las grandes empresas petroleras. La economía se hipotecó a la mentira a base de instrumentos financieros falsamente valorados. La armonía que unió al país a raíz de la catástrofe dio paso al partidismo más feroz y al impasse legislativo. Con mayor poder financiero en manos minoritarias, la oligarquía se siente con total libertad de decidir el destino nacional. Desde Enron a AIG, Lehman Brothers, al imperio Murdoch, las estructuras se colapsan una tras otra como el World Trade Center.
He venido donde podemos entender a Bin Laden: las catacumbas de París
He venido a donde podemos entender a Bin Laden y al Qaeda: las catacumbas de París. ¿Quién diría que el décimo aniversario de aquel día fatídico estaría dando vueltas por estas fosas y laberintos? El frio, la oscuridad, la humedad y el aislamiento explican la mentalidad de estos fundamentalistas “necrocéntricos”. Verdad es que desde esta perspectiva, la tolerancia para con lo fatuo y vanidoso disminuye.
Al ser contemplado por miles y miles de calaveras y restos humanos recuerdo que nos derritieron hasta el borde del vacío. ¿Qué aprendimos del 11 de septiembre? Poco. Algunos seguimos pensando que el Centro no puede sostenerse.