20 de diciembre de 2011

La venganza de los indios


El Círculo de Miami, obra Tequesta  

La venganza de los indios
Carlos V, un Habsburgo a quien obsequiaron Mitolandia

Transcurre el 1556. A nombre de la corona española Pedro Menéndez de Avilés  desembarca en Chequescha, asentamiento Tequesta. Con el ocaso de Carlos V  amanece Mitolandia en Occidente, sitio legendario. El padre Francisco Villareal hace edificar una misión jesuita en la desembocadura del río Miami. Documentos hasta ahora desconocidos narran como los aborígenes pronto se enfrascan en una lucha jactanciosa de superlativos: cuál navega la mejor canoa, quién viste mejor, quién es el más dotado y atrae el mayor número de mujeres. Los jesuitas no consiguen controlar la competencia y arriesgadas ficciones. Otras enfermedades europeas disminuyen la población Tequesta que por fin queda a merced de los Maskoki (Seminoles). Los Compañeros regresan a Cuba en el 1744 y los Seminoles, invictos, se hacen dueños de grandes y  lucrativos casinos -centros de atracción para la plebe-, Meyer Lanskys con penachos de plumas. Si bien la Compañía de Jesús con San Francisco Xavier, Matteo Ricci y Giuseppe Castiglione hallan algo de terreno fértil en el Oriente, Mitolandia es aún hostil en el siglo XXI.
 

El historiador Wilkinson especula que el área estaría “cubierta por pinos y coníferas en las que pululaban ciervos, osos y aves salvajes. Los primeros habitantes se asentaron en la ribera del río Miami".    Con el pasar del tiempo y tras un asentamiento anglosajón de dos siglos, el área ocupóse de nuevo por osos y aves salvajes, cocodrilos y reptiles feroces, babalowos mentirosos, especímenes con “jeans” y camisas con raras incrustaciones de piedras, animales vociferantes dados al uso de esperpentos Louis Vuitton, falsos en su mayoría.
 



Un familiar del "Benny" alegaba falsamente estudiar en Harvard y viajar semanalmente a Cambridge


Recientemente, el nieto o sobrino-nieto (¿existe eso?) de Benny Moré me hizo llegar una invitación por las redes sociales. Alegaba estar matriculado en Harvard. Indagando sobre su plan de estudios me contó sus viajes semanales para cursar seminarios con politólogos de la Kennedy School. Su ortografía y sintaxis en inglés no eran coherentes con un chico a nivel posgrado (si bien hemos recordar al “zocotroco” hijo de Muamar el Gadafi recibiendo un doctorado en la London School of Economics). Una llamada a Cambridge confirmó mis sospechas. Desconocían el “bolerismo” del tal Roly Moré. Tuvo la desfachatez y tozudez de discutir su legitimidad hasta que mostrarle tuve cartas del plantel.


Una copia de ‘La Metamorfosis de Narciso’, obra del período crítico-paranoide de Dalí llegó a la mítico-esquizofrénica Miami

Una semana después me mostraban un Dalí que “acaba  de salir de Cuba” y ostentaba el sello del Fondo de Bienes Culturales. Era copia de La Metamorfosis de Narciso, obra de interés para mi padre en la londinense Tate Gallery (ahora Tate Modern). La pregunta no se hizo esperar: “chico ¿será que el de Londres es ‘de mentira’ y en Cuba estaba el original?”
 
Un babalawo se presentó porque sabe que “a ti te gusta el arte europeo”. Vino armado, no con un Osún sino con un IPhone. Relata que tiene un Caravaggio adquirido en Colombia. No quiere venderlo ni en Christie’s o Sotheby’s “bueno, por los taxes”. Llevo años en peregrinación visitando cuanto Caravaggio se puede ver en persona. A no ser que el Caravaggio atravesara en balsa el Mediterráneo y el Atlántico para llegar a Colombia, no tengo noticias de ese Caravaggio en particular.
 

La Virgen o ‘Theotokos de Vladimir’ que de Moscú tiene ahora una gemela en Miami. El iconógrafo escribió durante el Medioevo un correo electrónico a una ‘realtor’ de Miami.

Fue un asalto en La Gran Vía a las dos de la mañana. Era un balsero. Había vendido autos usados, cruzaba cubanos por la frontera y tenía en su inventario Chemise Lacoste falsos. Llegó con un IPad (instrumento diabólico). “¿Tú eres el del arte?” Si la edad no me delatara diría que soy prostituto en la Santa Sede. Comenzó por lo bajito, el arte cubano. Confundió a Cundo con Mendive. La cosa iba en crescendo. Nos contó que estuvo por vender el Modigliani de una checa pero que un museo de Taiwán dio al traste con la transacción. “¿Si? ¿Qué museo?” “Bueno, el museo”. “¿Dónde te quedaste en Praga?” “No sé, me fueron a buscar al aeropuerto”.  “¿Qué bufete de Roma?” “El mejor. No sé”. “Chico: atiéndeme, atiéndeme. Lo que tengo para vender son dos Da Vinsssis”. ¡Dos Da Vincis! Los cubanos no quedan contentos con un DaVinsi. No, dos Davinssis. (Mientras más “s” intermedias mejor, signo de cultura.) Por supuesto que no conoce los problemas que existen con Salvator Mundi ni conoce del profesor Martin Kemp. Su osadía no conoce límites. Por último me muestra el icono  Theotokos de Vladimir, tesoro moscovita que he podido admirar en la Galería Tretyakov. Al decirle que no nos insultara y que guardara su maldito IPad nos respondió que el autor del tesoro bizantino eleusino había confeccionado dos, uno está en posesión de una “realtor” miamense. La prueba está en un email que el iconógrafo había expedido a la coleccionista floridana, sí, durante el Medioevo.

La anfitriona es de esas amigas a la que caracteriza la generosidad. Celebraba su cumpleaños pero me preparó una sopa milagrosa porque andaba resfriado. Tenía algo que ver con los DaVinsssis y el Theotokos de Miami.  Allí, con un escritor parisino, varios galenos, una periodista de Yahoo.com y otras personas encantadoras hizo su estrepitosa entrada, llamésmole “Sergio de Santiago”. Se dice sefardita pero casado está con una Shiksa (gentil, por cierto y encantadora señora con santa paciencia). Me aseguró ser abogado y miembro del Colegio de Abogados de Washington DC. Sergio de Santiago no es conocido en tal gremio de abogados. Daba los pormenores de un caso de patente relacionado a la marca Cohiba. No sabía cómo se cita un caso en jurisprudencia americana ni cómo fue que la Corte Suprema concediera certiorari. Se dice economista y al apuntar a la ley de maximización de réditos en teoría clásica microeconómica dijo que eso lo había “inventado un monje”. Desconoce Sergio de Santiago que declararse abogado puede considerarse delito.  

 
Llegó vestido tout en noir y una melena de rizos. Es cubano pero habla con ese lindo “cantábile” argentino. ¿Tendremos los cubanos ese anhelo secreto de ser argentinos? No, pobres rioplatenses. Con Borges y Xul Solar, con la indescriptible Buenos Aires, tienen la alucinación de Claudio, Kendall Toshota. Cargan con esa maldición.  Nuestro personaje, como Delfín, Agente Otto, alegó ser de la guardia personal de Fidel Castro, ser judoka, karateka y maestro en artes marciales desconocidas en Occidente. Me sorprende: si estos gordos fofos cuidan a Fidel ¿cómo no ha sido eliminado a puro alfilerazo por la comunidad gay de La Habana? El luchador andaba armado (una pistola, un revólver?) y alegó ser agente del FBI. Su identificación metálica que me hizo tantear y observar cerca de su región pélvica, se le otorga a los guardias de seguridad. Mostraba a todos con desparpajo su artefacto, bueno, la pistola. Ya por fin descubrió su verdadera ambición:  el espectáculo. Es mago y protégé de Javier Ceriani, travieso paparazzo. Para asombro de todos, el escolta de Castro, agente del FBI, pidió silencio para hacer trucos de prestidigitación y  traspasarse la piel con un alfiler. El gordo cubanoargentino pidió a todos ayuda para volver a “hacer televisión”. No parece estar conforme con su instrumento bélico y el FBI.  Lo suyo, como lo de Miami, es el mundo de la magia e ilusionismo.
Emite radiaciones que apenas se reflejan en los espectrómetros. En 1998, en la orilla sur del río Miami, en su desembocadura con la bahía se hallaron restos de una aldea Tequesta. Entre los restos arqueológicos se encontró un círculo realizado en roca caliza típica de la zona: trece metros su diámetro, con una profundidad entre 30 cm a 1 metro. “El Círculo de Miami” puede tener 2.000 años de antigüedad aseguraron los profesores Dieter Herz y Ulrich Schumacher del Instituto Max Planck. Enfrascados en sus investigaciones comenzaron a frecuentar un cabaret en la Calle Ocho que dícese centro de exhibiciones y estudios artísticos cubanos. Allí, lejos de su espíritu científico germano, se alcoholizaban y alardeaban de sus salarios, autos y amplios departamentos. Sus informes no llegaban al centro de control en Stuttgart. Preocupados en Alemania, enviaron a un equipo encabezado por Berthold Köhler. Descubrió el nuevo equipo las radiaciones. De alguna forma y con orígenes desconocidos, emanan del “Círculo de Miami” ondas electromagnéticas. Afectan la neurotransmisión de la corteza cerebral. Los últimos Tequestas y los españoles quedaron bajo la influencia del templo miamense y sus fluidos. El circuito neurológico de los Anglos les hizo inmunes al Stonehenge indio. Con la llegada de los cubanos y otros hispanos, la mitología patológica se despertó con renovado furor causando estragos en la ciudad.  Con el tiempo, todos los venezolanos cenaban con Gustavo Cisneros y eran íntimos de los Boulton y los González-Gorrondona. Todos los argentinos miamenses viven en La Recoleta y conocen a Amalita Fortabat. Todos, pero todos, son grandes coleccionistas y conocedores de arte.

Así como se estudia la astronomía maya y los misterios incas en Machu Picchu, en Alemania exploran “la venganza Tequesta”, cómo un círculo de piedra ha encerrado una urbe en la mentira.    


2 comentarios:

Ruben Alfonso dijo...

Me he divertido mucho leyendo esto querido Justo. Tenes una lengua filosa y eso es siempre muy interesante. Pero hay algo que no entiendo, ¿Por que tu aversión al iPad?

Anónimo dijo...

Usted o busca la aventura o los piratas le persiguen. Rece antes de salir de su casa. Muy buena la historia que hace de Miami.