Como en todo circo, la realidad tiene esa mala costumbre de romper el encanto. Pone fin al hechizo de los trapecistas (sociales), elefantes fosilizados, magos (de la imagen), payasos, bufones y fenómenos (“freaks”). Año tras año, Lian Fanjul de Azqueta, directora de la Fundación MIR, ha ocupado el lugar que dejara vacante el circo Santos y Artigas. Todos aquellos que jamás pudieron franquear el umbral de la Calle 17# 502 entre D y F, palacete Gómez-Mena-Revilla de Camargo en el Vedado, pueden por una módica cantidad retratarse con los plutócratas cubanos, llamarles por su nombre de pila, participar en un “souk” marroquí y ayudar a los multimillonarios Fanjul en sus obras de caridad con los niños de la República Dominicana. El analfabetismo aqueja a los que asiduamente se lanzan a retratarse con los colonos (de reciente "pedigree": siglo XX, lejos de la rancia aristocracia como, por ejemplo, los De Zárraga, Marqueses de Justiz de Santa Ana). Desconocen la historia y los asuntos de su entorno social. El marquesado Revilla de Camargo que tanto impresiona a los peregrinos a Casa de Campo fue otorgado por Alfonso XIII a Agapito Cagigas, esposo de Maria Luisa Gómez Mena, en 1927, uno de los más recientes títulos nobiliarios concedidos en el Nuevo Mundo. Algunos "estudiosos" del otro lado del Estrecho de la Florida han descubierto que "toda esa fortuna tuvo su origen en la trata negrera. Su antepasado, Joaquín Gómez, fundador de la dinastía, sentó sus reales en Obispo esquina a Cuba".
Regresan a Hialeah los concurrentes al Circo Fanjul, todos de estricto uniforme: hilo y guayaberas Hipólito. Allí impera la fantasía y el “networking”. Extender las redes comerciales a base de imagen y tarjetas de presentación (“business cards”) toma lugar dentro un recinto basado en la esclavitud. Si llegan por casualidad a “Tinta y Veneno”, pongámosle al corriente de algunos hechos.
Un sentido testimonio “Esclavos en el paraíso” presentado en la Sorbonne de París en mayo de este año por el sacerdote Christopher Hartley Sartorius (doctorado en Roma y colaborador en Calcuta de la Madre Teresa) alega:
“Y descubrí que extensiones aún más gigantescas de caña de azúcar que se encontraban ubicadas al este de mi parroquia eran propiedad del consorcio Central Romana, pertenecían a otra familia, no menos rica, no menos miserable, cuyos trabajadores vivían en condiciones iguales o peores como pude constar con mis propios ojos … Se llamaba la familia FANJUL.
2.- Descubrí que mi pueblo (es decir, las gentes que conformaban mi geografía parroquial) vivían en condiciones indignas de la persona humana, en esos infames asentamientos llamados bateyes.
3.- Descubrí que la gente pasaba hambre, es más que la gente tenía hambre siempre... Gente que apenas mal comía una vez al día y que los niños jamás bebían leche.
4.- Descubrí que miles de hombres mujeres y niños vivían hacinados en espantosos barracones, achicharrados de calor, sin ventilación, sin las mínimas condiciones de higiene – en su estrechez existencial arrastrados a una incalificable promiscuidad sexual. Donde padres e hijos – varones y hembras – compartían el único camastro mugriento de la única habitación asignada por la empresa de un interminable barracón.
5.- Descubrí que estas gentes no tenían instalaciones sanitarias de ninguna clase, que sus letrinas eran los mismos cañaverales, que sus duchas eran las abrevaderos de los bueyes, que igual que los animales tenían ellos que cocinar y comer los alimentos en el sucio suelo del batey por falta de cocinas y comedores. 6.- Descubrí que la enfermedad y la muerte eran la inseparable sombra de los habitantes de los bateyes, siempre al acecho, siempre a la búsqueda de nuevas presas. Me encontré con gente que siempre estaba enferma de mil enfermedades y herida por los múltiples accidentes de la dura vida del corte de la caña. Sin acceso a la salud, a un médico, a un centro médico; a un hospital digno, a los medicamentos adecuados a sus enfermedades.”
Claro que para los que van a retratarse con los Fanjul ansiosos por aparecer en las páginas de Selecta, Vanidades, el Diario, o en “De Fiesta” de El Nuevo Herald, los abusos que se cometen en los ingenios dominicanos resultan tan ajenos como el arte bizantino. Es pedir peras al olmo. El Circo Fanjul es una genial artimaña de mercadeo que responde a la necesidad de legitimidad social de los pujantes nuevos ricos miamenses, ansiosos de publicidad. ¿Quiere manipular la historia? ¿Quiere aparecer en la prensa como habitué a la Calle 17 del Vedado, Palm Beach y el Upper East Side? El mito tiene un precio: pagar las obras benéficas que corresponderían a los latifundistas, entretenerles, alabarles y formar parte de su coterie de aduladores. Sería todo un coup que la aerolínea American proyectara el documental Sugar Babies como entretenimiento a bordo en los vuelos que usan de regreso a Hialeah los cortesanos y empleados de circo. Producción de la antropóloga cubana Amy Serrano, el filme delata con lujo de detalles las condiciones infrahumanas de los braceros haitianos en los ingenios Vicini y Fanjul.
Alfy, patriarca de la familia, ha quedado en un puesto encumbrado en la historia americana: en el Informe Starr. El hacendado azucarero fue el interlocutor telefónico del presidente Clinton durante una de las felaciones más renombradas de la erótica universal, el "affair" Lewinsky.
Los motivos de la llamada que interrumpiera el idilio sensual Clintoniano son aún de interés: el subsidio (sí, efectivamente, de los contribuyentes norteamericanos) que anualmente recibe la familia Fanjul como “protección” a la industria azucarera. En el caso de los colonos cubanoamericanos representa este subsidio una contradicción dado el hecho que constituyen los propios hermanos Alfy y Pepe parte de la amenaza extranjera dada su producción en República Dominicana. Los controles artificiales de precio de los que se beneficia la industria azucarera en Estados Unidos es anatema para la globalización y los esquemas económicos capitalistas de mercado libre que predica la comunidad cubanoamericana (republicana) dada a frecuentar el circo anual en Casa de Campo.
La familia azucarera cubana promedia cientos de miles de dólares al año en contribuciones políticas, para ambos partidos. Pepe se ocupa de los republicanos, Alfy de los demócratas y todo queda en casa. Su leguleyo en la Florida, Joe Klock, sirvió también los intereses de la representante Katherine Harris, la misma que certificara las primeras elecciones presidenciales de George W. La Harris, acusada de tomar dinero mal habido en el Congreso, fungía en el aquel momento como Secretaria de Estado de la Florida.
La Flo-Sun perteneciente a los terratenientes cubanoamericanos compró las refinerías Domino de la compañía inglesa Tate & Lyle. Su segunda meta al interrumpir las aventuras falocéntricas de la Lewinsky sigue aún vigente: la contaminación de los Everglades. La ley de protección a tan vital área floridana se firmó en el año 2000 por el presidente Clinton. Bajo su sucesor, sin embargo, se ha restringido el poder de supervisión del Cuerpo de Ingenieros de las Fuerzas Armadas. Es más, en el 2002 se aprobó la actividad de unas compañías de explotación de minerales que llegaron a ocupar más de 20,000 acres de terreno protegido. Grupos ambientales han planteado litigio porque las minas pueden contaminar el subsuelo.
Dos años después, a petición de las compañías azucareras -y con la anuencia del Gobernador Bush- se otorgó una prórroga de diez años a la ley “Everglades for Ever Act” retardando la limpieza del tóxico fósforo durante otros diez años. Según cálculos realizados por el Departamento del Interior, el estado de la Florida pierde cinco acres de terreno diarios en el parque Everglades. Un juez federal falló en el 2005 en contra del estado de la Florida al dictar que el gobierno estatal “ha violado repetidamente su compromiso de limpiar la contaminación de los Everglades”.
Al tanto de su imagen internacional y de que la CBS sacará al aire a partir de su nueva temporada un programa llamado “Caña” ("Cane") con Jimmy Smits enfocando su lente en una pudiente familia cubana dentro del giro azucarero, los Fanjul soltaron a su sabueso legal, Joe Klock, para reunirse con los ejecutivos de la CBS y repasar la trama de los episodios. Los oligarcas no creen en la libertad creativa de sus amigos en otras megaempresas. Puede darse el caso de sentirse en Palm Beach una cierta ansiedad al saber que Tribeca Films y Universal planean el estreno de una producción fílmica basada en el artículo “In the Kingdom of Big Sugar” de Marie Brenner en Vanity Fair. Con la actuación de Robert De Niro y Jodie Foster, la película relata los alegados abusos de Pepe y Alfy Fanjul con los trabajadores migratorios jamaiquinos que laboraban en sus compañías floridanas y el empeño de un dedicado abogado, Edward Tuddenham, por establecer justicia laboral y salarial.
“Desde sus orígenes la producción azucarera ha estado rodeada de iniquidad y barbarie, como una metafórica ecuación que equiparara la ignominia como un valor directamente proporcional a la intensidad del dulzor” escribe el sociólogo Enrique Patterson. Los concurrentes al Circo Fanjul, saltimbanquis, fenómenos, trapecistas sociales en la corte de los colonos cubanoamericanos van atraídos por la intensidad del dulzor de ese efímero momento de fantasía social. Olvidan la iniquidad y la barbarie.
2 comentarios:
Felicidades Justo por el valor y justicia con que escribiste este articulo.
Coincido plenamente con tu criterio al denunciar la hipocrecia de los Fanjur,que ironicamente recaudan fondos en sus suntuosas fiestas "para ayudar" a los mismos niños que explotan en sus ingenios en Republica Dominicana.
Me horrorizo al pensar que estas personas pudieran un dia regresar a Cuba a explotar a mis compatriotas niños.
Como dices,parece que el dolor y la esclavitud son parte inseparable del folclor del azucar apesar del siglo XXI.
Siento verguenza agena de que estos "señores" sean cubanos.Pero a la vez me enorgullesco de otros cubanos como tu que sencibles al dolor de unos infelices,denuncian atropellos como estos.
Articulos como este hacen que me sienta honrado de conocerte personalmente.
Gracias Justo.
Un abrazo. Sergio Lastres.
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