2 de enero de 2014

Los que entre el humo caminan

 


Cannabis sativadior en el Vienna Dioscurides del siglo VI dC


Los que entre el humo caminan 
El pasto del letargo



Como incienso de un botafumeiro, una niebla espesa cubre el estado de Colorado. Desafiando la nieve, miles de consumidores dieron la bienvenida al 2014 en interminables filas. Adquirían hierba mágica de jardines encantados. Estudiosos en materia botánica compiten con el herbolario de Shên Nung, Avicena y el jardín de Sor Hildegard von Bingen.  De pronto proliferan las diferentes especies del género cannabis para usos, sabores y aromas diversos. Los historiadores se remontan a Taiwán, repasan a Heródoto y remueven las prácticas litúrgicas de judíos y cristianos. Los facsímiles del Vienna Dioscurides se distribuyen por la Red.

Aprobar la venta de marihuana en Colorado y Washington (ya puede adquirirse por prescripción facultativa en muchos estados) fue una decisión capitalista. Arrebataron la clientela a los cárteles de Sinaloa, Juárez y Tijuana. Escuchar a un entrevistado por el equipo “60 Minutes” analizar el potencial del mercado y las técnicas para la expansión y diferenciación de su marca y línea, nos permite apreciar la racionalización empresarial que se mueve tras el mercadeo de un producto asociado a la contracultura.

 
 
El cultivo y uso de la marihuana en Estados Unidos comienza con colonos como George Washington que la siembra para confeccionar soga. William O’Shaughnessy como terapia médica trajo a los estantes farmacéuticos un potente extracto. Con el paso del tiempo, algunos estados hicieron colocar el letrero “veneno” en los recipientes. El cannabis fue un “narcótico de moda” según el New York Times. A finales del siglo XIX los salones para su consumo eran frecuentados por la alta burguesía.


Extracto que llenara los estantes de las farmacias estadounidenses luego clasificado como veneno

 
Estudiosos como French, Earlywine y otros indagan la complicidad entre los millonarios William Randolph Hearst, Andrew Mellon y los DuPont que vieron en el henequén y la marihuana competencia y amenaza a sus inversiones en el tipo de papel desarrollado para imprimir periódicos. Echando al olvido los elegantes salones de la Belle Époque, comenzaron una campaña de horror ante las violentas consecuencias del frenesí marihuanero.

La despenalización de la marihuana en Washington y Colorado es una brújula. Paulatinamente otros estados, como ha sucedido con los matrimonios gay, tomarán medidas similares. ¿Es derecho o narcosis? Ambos. El derecho a tomar alcohol, a los videojuegos, al cigarrillo, a los adictivos refrescos y comidas en los tugurios de hamburguesas, a la bazofia televisiva, el consumismo de baratijas que adquieren en bazares llamados “malls” contribuyen a una población anestesiada. Poco a poco se otorga el derecho a otro estupefaciente, se crea una industria lucrativa y los cofres estatales se benefician. Se destruye la línea de productos a un vecino: México. 

Y si de uso recreativo se trata, ¿quién plantea el uso recreativo de los nuevos ansiolíticos rusos como el Selank y el Afobazole? ¿Por qué no se da libertad a un esparcimiento -jolgorios, bacanales- con Xanax y Serax, con el mismo Klonopin? ¿Tendremos que ir a Colorado para utilizar el antioxidante ansiolítico Mexidol?

 
Acaba de publicarse la lista Forbes de multimillonarios. Vieron en el 2013 sus ingresos escalar a ritmo precipitado. El salario mínimo sin embargo sigue congelado. Estados Unidos necesita un bálsamo que adormezca la conciencia de fragmentación, dislocación y enajenamiento. Cuando Obamacare es un desastre, la violencia ocasionada por las armas de fuego no amaina, los estudiantes norteamericanos continúan en un pantano según confiesa la Ministra de Educación, el ciudadano necesita el pasto del letargo.

 
Una sacudida puede desbalancear un sistema o bien sacar a la población de la modorra.  Estados Unidos ha desarrollado  ritos analgésicos ante los "shocks". ¿Una matanza? Se organiza una liturgia interconfesional que se cierra con el himno “Amazing Grace.” ¿Un ciclón o desastre? Los cantantes y los actores de Hollywood se reúnen para un concierto recaudatorio y autopromoción. ¿Una tragedia que se evita con heroísmo? ¿Una injusticia o situación de pobreza donde interviene la generosidad extraordinaria? La prensa le otorga  “air time” y una invitación a la Casa Blanca. Los más heroicos y sacrificados aparecen en campañas políticas o en el balcón durante el discurso anual “Estado de la Unión”. Los narcóticos como la sobrealimentación, el alcohol, las armas de fuego y los juegos violentos funcionan para la desensibilización sistemática. A pesar de vivir en condiciones estresantes como la pobreza, injusticia, desigualdad y un gobierno sordo, la ansiedad correspondiente logra reprimirse. Vive ahora el pueblo en lucha contra el anonimato y la marginalidad intercambiando “selfies” y frases anodinas en las redes sociales.
 
 
Un pueblo anestesiado
 

 

El capital hegemónico que controla la política y los medios de comunicación oligopolistas, establece parámetros de regimentación y homogeneización. Se valen del diseño industrial, la programación mediática, la promoción, la masificación y la reificación.  Vemos aumentar su arsenal con otro estupefaciente, la marihuana. El letargo hace difícil la toma de conciencia de sí, la autorreflexión y las posibilidades de acción política.

En diciembre -ha pasado al olvido colectivo- se anunció que una exploradora inglesa hubo de localizar al fin los míticos jardines de Babilonia. Aquellos arqueólogos que estudien el siglo XXI entre montañas de botellas plásticas, ruinas de edificios mal construidos, latas de refrescos, bolsas plásticas y videojuegos encontrarán extraños viveros -no invernaderos- de pasmosa artificialidad industrial. Restos de cannabis sativa les harán pensar que fue el nuestro un siglo de chamanes y ceremonias derivadas de los dacios y escitas. Fueron otros los ritos que, adormecidos, nos hicieron caminar, sentidos embotados, entre el humo de la produccion ideológica que sostiene al poder oligarca. Nos dieron el pasto del letargo. 




1 comentario:

Gonzalo Arteaga de Carranza dijo...

Te aseguro, Justo, que van a juzgar la nota como una condena. Querido: ¿quién lee a Gramsci? Estás desfasado. Lo de la población anestesiada no está mal. Por supuesto, lo de los arqueólogos del futuro y los ritos analgésicos que tienen allá en América es veneno de buena cosecha. Tenías que echar mano de la herbolaria medieval. Justo, no cambias.