Jaime Ortega Alamino abraza al narcotraficante Ernesto Milanés sin importarle que el guapo mozalbete es un “antiguo delincuente y… carece de un nivel cultural”. En este caso no pidió un diploma de Harvard. Elise Ackerman reportó en 1995 que Milanés, hijo del coronel Conrado Milanés (DGI), servicios cubanos de inteligencia, era reconocido en el Combinado del Este a principio de los noventa por organizar redes de distribución que se extendían de Centro Habana a Varadero.
Jaime Ortega Alamino: Conducta impropia
“Me apena
decirlo” ofreció como preludio entre petulancia, sorna y condescendencia. Respondía el
jerarca cubano Jaime Ortega la pregunta de un estudiante: ¿Toma la Iglesia cubana
en serio su rol de dar voz a los oprimidos? Se refería al violento desalojo de
trece disidentes que ocuparon la Iglesia de la Caridad en La Habana y el
encarcelamiento de un joven durante la misa papal en Santiago de Cuba. “Había toda una gente allí [típico giro
lingüístico del isleño poscastrista] … con trastornos psicológicos, todos eran
antiguos delincuentes, carecían de un nivel de cultura”. Sorprendió con un
nuevo detalle: dijo percatarse que los disidentes tenían teléfonos móviles de
último modelo, “era una movida organizada por un grupo de Miami”. Afirmó que entre
los ocupantes se encontraban ex convictos por exhibicionismo. Hasta ahora Ortega no ha
revelado sus fuentes de información tan específica sobre el complot y los antecedentes penales. Es su mejunje mitad paranoia y mitad
esquemas clasificatorios hegemónicos ante los subyugados: “incultos, locos y delincuentes”.
Al cuello llevaba una maciza cruz de oro repujado con
incrustaciones, prelado de un país pobre pero utilizando vocablos como “excluibles”.
A su lado Sean O’Malley, cardenal de Boston, fraile capuchino, humilde, callado.
Resignado escuchaba al cubano chapotear en el lodo de la soberbia.
En alegaciones
anteriores –sin posibilidad de respuesta o verificación- levantó un testimonio
contra su hermano en el episcopado, el recién fallecido Agustín Román.
Trataba el tema de la reconciliación cubana. En igual manera podría asegurar que Román era alumno secreto de hermenéutica con Gadamer. ¿Cómo se prueba cuando el
aludido no puede refutar la aseveración?
La caridad
y discreción desaparecieron cuando el graduado de la UMAP tomó el capelo
cardenalicio de San Cristóbal. “Recuerda
que con la vara que mides, serás medido”.
Me apena
decirle, Ortega, pero ¿no fue usted excluible, delincuente por conducta
impropia, gay o desafecto, pecados en una época sin absolución en el sistema
judicial cubano? No entiendo como echa mano ahora a esas categorías. Un presidiario de la UMAP no es persona de moral intachable
para juzgar los antecedentes de otros compañeros.
El segundo
mandamiento de la Iglesia es la confesión o la reconciliación. Pongamos que,
como usted, cumplieron estos compañeros su deuda con la sociedad revolucionaria
cubana y están en libertad. ¿Qué le garantiza a usted que no recurrieran al
sacramento del perdón? Si han recibido el perdón a través de la confesión ¿quién
es usted para recordar su pasado, descalificándolos y quitando validez a sus
reclamos? Me apena decirlo pero ¿qué les hace diferentes a su amigo Ernesto Milanés, convicto narcotraficante,
con quien no sólo se retrata en cordial abrazo sino que le escribe “con afecto
y mi bendición”. Se me hace difícil entender, Ortega, la diferencia y su
amistad con el apuesto mozalbete.
El poder
tiene la capacidad de transformar. Una sotana blanca con ribete rojo hace olvidar
la marginalidad. De gay, o desafecto, en un campo de concentración (sin leer La historia de la locura de Michel Foucault),
Jaime Ortega, egresado de seminarios de cuarta categoría asume ahora las
funciones "normalizantes" de psiquiatra y tilda a los disidentes de “gente… con trastornos
mentales”.
En el Foro de la Facultad Kennedy, Ortega
ofrece con lujo de detalles los procedimientos en las negociaciones
con los disidentes. ¿Estaba presente? ¿Cuál
es la base de sus testimonios? ¿No fue Ramón Suárez Porco-Porcari el encargado
de acarrear sus designios y desalojar a los indignados? ¿Cómo sabe
que hablaban los expulsados por larga distancia con Miami? Se impone, Ortega,
una visita a su confesor por soberbia y mentira. Me apena decirlo pero debe a Harvard (lugar serio no
comprable por Saladrigas) una corrección. Aquí los detalles: entre los
disidentes se encuentra un experto en informática, un entrenador, un
arquitecto, un contable, un técnico forense, seis al menos sin antecedentes
penales (algo que no puede afirmar el propio cardenal). El “excluible” debe su
status a una confusión de identidad por parte de las autoridades
norteamericanas. La persona que muestra psicopatología es directamente
atribuible al desajuste ante situaciones creadas por las estructuras gubernamentales.
En sus pronunciamientos, afirma usted, Ortega, que “nadie
fue arrastrado” y que los propios disidentes pidieron la intervención de las
autoridades. Me apena decirlo pero me temo que no concuerda con el testimonio de un testigo, el propio párroco de
la Iglesia de la Caridad. En sus titubeos con la ficción, se contradijo en lo
tocante a las autoridades y el acta policíaca. Por fin no se sabe si se levantó
o no un informe, si se arrastraron o no a los indignados o si se “tomó por el
brazo” sólo al que estaba en el baño. ¿Estaba usted en el baño? Cómodamente el
prelado –algo que la prensa en Miami no comenta- no respondió la segunda parte
de la pregunta sobre el detenido Andrés Carrión, agredido a “camillazos” por un
supuesto agente de la Cruz Roja cuando gritara “¡Abajo el comunismo!” en
Santiago de Cuba.
El prelado parecía irritado con la “fábrica” de
noticias en los medios de comunicación miamenses. Es verdad que El Nuevo Herald cortó parte de la
noticia. Los “expertos” de Oscar Hacha están al mismo nivel que “la Mesa
Redonda” cubana. Alcibíades Hidalgo, jefe
de despacho de Raúl Castro, trabaja en ese equipo. MegaTV tiene tres caras en una moneda, algo que sólo
existe en las facultades subdesarrolladas de Miguel Ferro, jefe de programación.
“María Elvira Live, el programa número uno de información y análisis para todos
los hispanos de Estados Unidos y el Caribe” no ha salido al aire. En Jamaica,
Trinidad y Tobago y Guadalupe exigen una mejora en sus prácticas periodísticas. Al jerarca cubano, observador mediático, no parece incomodarle la poca precisión editorial de las publicaciones revolucionarias en la isla. Más que "espacio" (muletilla, palabra que le obsesiona) ¿buscará puntaje ("ratings") como estrella del Instituto Cubano de Radio y Televisión? Su incoherencia no se explica.
Hay un conflicto entre el sentimiento de insuficiencia
y la soberbia como mecanismo de compensación. Se hace evidente en la
presentación de Ortega en Harvard. Las primeras palabras que logra balbucear piden
excusas por el texto y la traducción. El
cubano hacía su debut en un encumbrado foro. Su vida transcurre como Cenicienta en el país de la grosería.
Coloquemos a Ortega en contexto. El respetado teólogo Walter Kasper es cardenal, estudió en Tubingen para luego llegar a ser catedrático en su alma mater y en
Catholic University. El
Cardenal Christoph Schönborn, de cuna noble (conde), tras
licenciarse en Alemania, se graduó de l’École Practique des Hautes Études, la
Sorbonne y el parisino Institute Catholique. Angelo Scola, cardenal de Milán tiene dos doctorados, fue
catedrático en Friburgo y editor de la revista Communio con de Lubac, von Balthasar y Ratzinger, sí, el Papa.
Cuando se reúnen en consistorios, Jaime Ortega que habla francés con entonación
cubano-canadiense y apenas articula dos palabras en inglés, se sentirá en la
UMAP vaticana o como fregona que se ocupa de la vajilla Meissen. El prelado cubano, en su pleno momento de gloria, no iba
a permitir que la impertinente pregunta de un estudiante o el incidente de unos refusés pudieran empañar su apoteosis
harvardiana.
3 comentarios:
Su computadora es un látigo y una trituradora.
Hermano Justo, por Dios, sea Justo y recuerde. El 1%, la élite económica, política y religiosa son exactamente el mismo grupo. Se inventan "divisiones ideológicas" para entretenernos a nosotros, el 99% restante. Las diferencias entre la elite del partido y el de la iglesia son morfológicas. Al final, recuerda, la política es la hija mas prostituida ke ha tenido la religion.
Elemental mi kerido Justo, elemental. La élite es una sola, se divide en religiosa, política y económica, cada uno de esos grupos se subdividen a su vez en ilusiones de diferencias, pero en esencia todos forman parte del 1%. Ellos todos actuan igual y tienen el mismo discurso hasta ke les toca "disentir". Además, su excelencia reverendísima, por su condición, debe estar libando de las mejores copas disponibles en la isla.
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