31 de agosto de 2011

El valor de amar


Whistler, Nocturne: Blue and Silver, Cremorne Lights, 1872.
Dos hombres rompen cadenas y fronteras y desde su exilio en Londres comienzan una nueva vida

El valor de amar

          Era una de esas noches cuando Nueva York acaricia al transeúnte con su brisa, ésas que crea su propia música con las hojas. No puede uno menos que entregarse al encanto. Una fiesta era razón para salir y adentrarse en la magia urbana.
          El “townhouse” reflejaba gusto refinado desde el color de las paredes, al jardín –lujo en Nueva York- a una importante colección de fotografías y un  barómetro de la época Directoire. En la linda casa se celebraba un cumpleaños. La atmósfera no era salerosa pero mostraba cariño y solidaridad. Una vez en el lugar vine a percatarme que el cóctel reunía amigos importantes del celebrado y personas afectadas por la injusticia en la política migratoria estadounidense.
          Allí estaba B, líder laboral. Su pareja, coreano, estaba a punto de ser deportado. Llevaban más de doce años de relación. B había agotado recursos financieros en sus esfuerzos de apelar la decisión de los tribunales de Inmigración.
          Conocí a C, italiana, científica. Nos pusimos a conversar de Boloña, la universidad, la arquitectura y el arte emiliano. Me contó que lleva más de cinco años con su pareja, empresaria neoyorquina. C teme de no renovársele su contrato profesional peligre su situación conyugal. Al fin, comenta, ha encontrado ilusión y estabilidad.
          El homenajeado, S, me relató, entre resignado y triste pero con afán de lucha que parte de su salario se dedica a viajar a visitar a su compañero fuera del país. Desde Nueva York se desplaza a una ciudad extranjera dos veces al mes. Por el momento desconoce cuándo podrán reunirse en forma definitiva.
El cumpleaños se ideó como fiesta recaudatoria. Se intentó unir esfuerzos, instar a cada invitado a luchar contra el paradigma migratorio que da ciudadanía al cónyuge extranjero en un matrimonio heterosexual pero niega la misma posibilidad a la comunidad LGBT.  Immigration Equality es la organización que lucha para tal pesquisa como cabildera en el Congreso y la Casa Blanca.  http://www.immigrationequality.org/
Para mí no era una noche idónea. Un hombre es dichoso por las amistades que le sirven de anclas. Tengo áncoras en Nueva York. Inmigración zarandeaba mi estabilidad. R y J fueron mis cicerones generosos al mudarme a Manhattan. Inmigración echaba a J de Nueva York. J ha sido pareja de mi amigo R que es parte de mi familia. J ha sido también amigo y compañero de aventuras de mi hermana y hasta de mi difunta tía. Sus fotos con mi tía en el Stanhope las encontré hurgando cajones.  ¿Cómo puede ser esto posible? J, con visa de inversionista, comenzó una papelería donde "slum" es ahora una zona “chic” de Brooklyn. Mi pluma de donde salieron escritos en Nueva York, compañera fiel de lucha y viajes, se compró en esa tienda. Puso su creatividad como activista comunitario en Brooklyn.  ¿Cómo lo pueden echar así? Más de dieciocho años lleva en este país. Por supuesto, ni UNIVISION ni El Diario/La Prensa ni María Hinojosa ni los presuntos implicados de la Latinalia profesional les interesa el tema. Mi amigo es de los excluidos. Jorge Ramos y la prensa hispana cierran su espacio para denunciar las injusticias de INS contra las “locas, los maricones, putos, pájaros y jotos”. ¿Qué diferencia existe entonces entre ellos y los opresores xenofóbicos americanos que hoy les otorgan un falso sentido de legitimidad con un homenaje en el Brooklyn Museum?
    R y J han sido parte de mi vida. Fue a ese domicilio que llamé para alertar de la crisis el 11 de septiembre. Vivían relativamente cerca del desastre. Se pusieron en marcha a rescatarme. Quise quedarme en Nueva York. ¿Cómo es que mi país bajo un presidente abanderado en la inclusión le propina un puntapié a las parejas de un segmento de la  ciudadanía? ¿Cómo es que se les cierra la posibilidad de amar y vivir con un extranjero a la comunidad gay pero no así a la población hétero?
Aquella fue una noche en un townhouse elegante, con señores respetables y un proyecto encomiable. Mi lente sin embargo recorría tragedia tras tragedia. ¿Cómo permanecer imperturbable ante la injusticia? ¿Dónde está la prensa hispana, tan humana?
Recordé que J es huérfano. Su madre, como la mía, se marchó víctima de cáncer. J había encontrado en Nueva York su espacio, su casa, su pareja, su comunidad y su actividad. ¿Cuántas parejas gay en este país, aún en los estados donde el matrimonio es ya permitido sufren esta discriminación? ¿Cuánto talento perdemos en Estados Unidos? ¿Cuánto sufrimiento tendremos que permitir?


Hyde Park es más agradable cuando se van los turistas. Londres se ha visto estremecida por una serie de revueltas y ahora comienza, como toda ciudad civilizada, la introspección.
¡Diez meses! J se ve delgado pero allí estaba, esperándome en Heathrow. Pasó por una intervención quirúrgica para extirpar un tumor durante la estadía en su país. R está trabajando, disciplina férrea. Nos reunimos a cenar –a celebrar la reunión- y a pasear por Hyde Park, recordando Nueva York y hablando del futuro.
         Vivir en Londres es reafirmar la unión por sobre la opción excluyente que dejaron atrás en Estados Unidos. Como “expat”, R ha tomado la ruta de muchos que hallan en el exilio como respuesta a las paradojas de nuestro país. Su decisión es ejemplar y nos habla más que cualquier sermón, ensayo o libro sobre la convicción en los principios morales y la coherencia rotunda, valerosa, ante la afirmación que es el amor.
R y J en Londres, ciudad rejuvenecida y heterogénea, me renuevan la esperanza. Tal como el hombre que Beethoven pinta en la Tercera que me llevaron a escuchar anoche, el individuo es capaz de ternura, valor, firmeza y sensibilidad. Dos hombres han roto fronteras geográficas, profesionales, culturales, religiosas y aquí se hallan, reunidos y enfrentando un nuevo mundo en el lindero de un parque londinense.




1 comentario:

Rainer Gonzalez dijo...

Aunque uno no sea gay, la verdad que me llamo la atencion esta historia. Tuvieron valor. Les deseo cosas buenas porque se lo merecen.